Las tardes de invierno son ideales para envolverte en una suave manta, con una taza de té y una buena serie en Netflix. ¿Pero cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que lavaste tu manta favorita? Si quieres que se mantenga suave, fragante y cálido, es fundamental lavarlo adecuadamente.
¿Sabes con qué frecuencia debes lavar tus mantas y cómo protegerlas para que no pierdan suavidad? ¡Aquí están todas las respuestas para una comodidad invernal sin preocupaciones!
¿Con qué frecuencia se debe lavar una manta?
Aunque no parezca que una manta se ensucia tan rápido como la ropa de cama, aun así absorbe el polvo, el sudor y las migas (sí, ¡esa galleta cuenta cuando ves la serie!). Se recomienda lavar la manta. al menos una vez cada 1-2 meses, dependiendo de la frecuencia con la que lo uses. Si compartes habitualmente la manta con una mascota o si tienes calor a menudo, lávala con más frecuencia.
Pista: Déle a la manta un poco de aire fresco cada pocos días, especialmente en los fríos días de invierno. El aire frío elimina perfectamente los olores y refresca el tejido.
Preparando la manta para lavar
Comprobar siempre antes de lavar etiqueta! Allí encontrarás información clave sobre si tu manta resiste el lavado en la lavadora y qué temperatura es la mejor. Mantas de lana, cachemira o sintéticos requieren un lavado un poco más cuidadoso.
Reglas básicas antes del lavado:
- Quitar todas las manchas: Elimina las manchas de café, vino o chocolate con un prelavado especial.
- Cremalleras y botones: Si tu edredón tiene cremalleras o adornos, ajústalos para que no se dañen en el lavado.
¿Cómo lavar una manta para mantenerla esponjosa y abrigada?
1. ¿Lavar a máquina o a mano?
La mayoría de las mantas se pueden lavar a máquina. Pero ojo: si tienes un edredón muy grande o pesado, comprueba si tu máquina aguanta el peso; en caso contrario, visita tu punto de venta más cercano. lavadero con maquinas profesionales.
2. Elige el programa y la temperatura adecuados
- Mantas sintéticas: Pon la lavadora a 30-40 °C y un programa para tejidos delicados.
- Mantas de lana o cachemir: Utilice un programa para lana y un lavado en frío (máximo 30 °C).
- Mantas de algodón: Resisten temperaturas más altas (hasta 60 °C), lo que es ideal para eliminar bacterias.
3. ¿Detergente en polvo o gel?
Elegir detergente liquido para tejidos delicados o un agente especializado en lana. Evite los polvos agresivos y la lejía, ya que pueden dañar las fibras de la manta y hacer que se ponga rígida.
Suavizante: ¿sí o no?
Aunque el suavizante de telas huele delicioso, es mejor evitarlo al lavar mantas, especialmente de lana y telas sintéticas. El suavizante puede cubrir las fibras y perjudicar su capacidad aislante. Añadir en su lugar cucharada de vinagre blanco, que suaviza el tejido y elimina olores desagradables, sin productos químicos.
Secado de mantas: la clave de la suavidad
Secado al aire
El mejor método para mantener la suavidad es secar al aire. Cuelga la colcha en una percha o tendedero y déjala secar de forma natural. Evite la luz solar directa ya que puede dañar el color de la tela.
Secadora: ¿sí o no?
Si tienes una manta sintética de calidad, puedes secarla en secadora a temperatura baja. Agregar dos bolas secadoras o pelotas de tenis limpias ayudarán a mantener la manta con un aspecto esponjoso.
Trucos adicionales para una suavidad esponjosa
- Puedes agregar mientras lavas. cucharada de bicarbonato de sodio – actúa como un emoliente natural.
- Si la manta parece un poco arrugada después del secado, es agitar ligeramente y amasar.
- Si tienes una manta de lana, después de lavarla colócala entre dos toallas y exprímela ligeramente, ¡nunca la escurras girándola!
¿Cómo proteger la manta durante la temporada?
Cuando las tardes de invierno se despidan, guarda la manta en bolsa o caja de algodon, que respira. De esta forma evitas la humedad y los olores desagradables. Puedes agregar más bolsa de lavanda para un olor agradable y protección contra las polillas.
Siguiendo estos sencillos trucos, tu manta favorita se mantendrá esponjosa y cálida y te durará muchas agradables tardes de invierno. Después de todo, ¿quién querría renunciar a ese invaluable momento de comodidad?