El amor es mucho más simple cuando eres joven. Parece estar en todas partes, y aprendemos mucho sobre nosotros mismos en ese momento. Crecemos con la experiencia, al igual que nuestras opiniones, creencias y estándares.
Si no encontramos a alguien durante este tiempo con quien envejecer y cambiar juntos en la misma dirección, cuando seamos mayores será más difícil y más complicado. Porque los requisitos se vuelven más complejos con la madurez y nos volvemos mucho más sensibles y menos dispuestos a tolerar lo que nos molesta y adaptarnos a las exigencias del amor.
Es más difícil enamorarse. Y cuando una relación fracasa, superarla es aún más difícil que enamorarse. ¿Por qué el amor no se vuelve más fácil a medida que nos volvemos más inteligentes, más maduros y más independientes? Eso tendría sentido. Pero sucede lo contrario. Cuanto más estemos dispuestos a simplificar las cosas, más lucharemos por los valores esenciales y más difícil será encontrarlos.
La química ya no es suficiente, para ayudarnos a superar las carencias, aspectos tóxicos de la relación, carencias y estupideces de nuestra pareja. Cuanto mayores somos, más exigentes somos porque nuestros estándares son más altos. Sabemos lo que sucede cuando no elegimos y ya no podemos aceptarlo. No nos basta con que uno o dos aspectos de la relación funcionen, queremos tenerlo todo en cantidades suficientes.
Lo que facilita el amor en la juventud, en la época en que abrigamos ideales, es creer que el amor acontece, que nos desborda, que llega sin invitación, por sí solo. Pero con la edad entendemos que el amor es una decisión, que podemos elegir cuándo nos dedicaremos a ello y saber que cargaremos con toda la responsabilidad por ello. Esa parte de esta responsabilidad no se puede atribuir al milagro mágico del amor, porque sabemos que esa magia la creamos nosotros. Es nuestra decisión insistir en que pertenecemos.
La influencia de la química, el romance, las expectativas ilusorias se desvanece y pierde su poder sobre nosotros. Por un lado, esto es un alivio, porque no sucumbiremos tan fácilmente al enamoramiento. Por otro lado, la claridad y la sabiduría no nos permitirán relajarnos y entrar en una relación que carezca de potencial y calidad adecuada solo para evitar estar solos.
Cuanto más maduros somos, más preparados estamos para una relación real, verdadera y profunda. Y cada vez hay menos candidatos para ello, no es fácil encontrar a alguien que esté al mismo nivel que nosotros. Alguien que quiere lo mismo que nosotros y para quien solo la realidad y la verdad son suficientemente buenas. Cuanto más comprendamos la esencia del amor y nuestro papel en él, más difícil será encontrarlo.