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Libérate del ego: ¿Qué pasa cuando dejas de juzgar a todos los que te rodean?

La capacidad de observar sin juzgar es la forma más elevada de inteligencia. - Krishnamurti

Foto: envato

Imagina un momento en el que puedas mirar el mundo sin el constante martillo del juicio en tu cabeza. Sin esa reacción inmediata: "Él es grosero, ella es superficial, esto está mal, esto está bien". Krishnamurti dijo una vez que la capacidad de observar sin juzgar es la forma más elevada de inteligencia. Pero en serio, ¿cuántas veces lo has intentado realmente? En un mundo donde los juicios son nuestra comida diaria, nos hemos vuelto adictos a opiniones como la cafeína: sin ellas, sentimos como si nos perdiéramos una parte de nuestra identidad. ¿Es realmente así?

Cuando los juicios son nuestros cinturones de seguridad, pero ¿son ciertos?

Cada uno de nosotros ya ha estado en una situación en la que juzgamos a alguien basándonos únicamente en la primera impresión. Probablemente pensábamos que teníamos razón: "Mira su forma de hablar: seguro que es un engreído". O: "Oh, ella sólo usa marcas caras, debe ser superficial". Pero estos juicios rara vez son más que proyecciones personales manchadas sobre quienes realmente no los merecen. Nuestros juicios son como titulares de los tabloides: rápidos, agudos, a menudo alejados de la verdad. Sin embargo, los aceptamos como hechos. ¿Por qué? Porque es más fácil engañar a los demás que conocerlos realmente.

Podemos tener miedo de que aceptar a las personas sin juzgarlas de alguna manera nos "suavice" o nos haga más vulnerables. De modo que nuestras fuertes ideas sobre el mundo y las personas, que tan bellamente hemos construido, se resquebrajarían. ¿La ironía? Son los juicios los que nos atan, limitan nuestra libertad y nos mantienen encadenados. ¿Realmente queremos vivir así?

Foto: envato

Ego: juez y usuario en uno

Nuestro ego es ese pequeño enano en nuestra cabeza que siempre quiere estar a cargo: mejor, más inteligente, menos "defectuoso" que cualquier otra persona. Es un dictador interno que nos dice que no podemos simplemente observar sin juzgar, porque eso significaría que estamos cediendo. Que somos débiles. Que somos, Dios no lo quiera, no mejor que otros.

Pero aquí está el truco: cuando no juzgamos, cuando simplemente observamos, el ego en realidad pierde su poder. Pierde esa dulce ilusión de que es indispensable. En lugar de hacernos sentir débiles, la observación sin prejuicios puede llenarnos de fuerza genuina. No con el poder que obtenemos cuando estamos en lo correcto, sino con el poder que proviene de una comprensión profunda. Oye, puede que no lo sepa todo, y está bien.

Ejercicio: Observar y guardar silencio (si es posible)

Prueba lo siguiente hoy: ve a la calle o a un bar, apaga el martillo mental y simplemente mirar. Si ve a alguien que parece desinteresado, no asuma que está aburrido. Si conoces a alguien que viste de manera diferente, no lo marques inmediatamente como "fuera de tu círculo". Deje que lo que ve sea sólo una escena: gente moviéndose como nubes en el cielo. Ver sin analizar, sin interpretar. ¿Es realmente tan difícil?

Probablemente tu ego se retorcerá como un niño mimado: "¡Pero quiero saber por qué!" Y es comprensible: a todo el mundo le gusta la sensación de poder que conllevan los juicios. Pero en el momento en que dejas de lado esa necesidad, te vuelves más gratis. Ves más, no sólo a través de las capas de tus propias suposiciones.

Foto: envato

Cómo los juicios destruyen el amor y la comprensión

¿Alguna vez has notado cómo los juicios afectan nuestras relaciones? Sin darnos cuenta, creamos muros, muros de expectativas, ideales y decepciones. Juzgamos a nuestra pareja porque no les basta con esto o aquello, comparamos a nuestros amigos con nuestras expectativas y juzgamos a los familiares por no entender la "verdad".

Pero el amor realmente no puede prosperar en semejante atmósfera. El amor nace en un espacio de aceptación. Cuando dejamos de juzgar, podemos ver verdaderamente a nuestros seres queridos. Y aún mejor, empezamos a vernos a nosotros mismos con más comprensión. El juicio crea espacios vacíos en nuestros corazones, mientras que la observación sin juicio crea un espacio para la conexión, para la verdadera presencia.

¿Es hora de "desintoxicar" el ego?

La capacidad de observar sin juzgar no es un arte esotérico exclusivo de unos pocos elegidos. Es una herramienta que cualquiera de nosotros puede utilizar si sólo así lo deseamos. Pero trae más que sólo paz: trae libertad del peso del juicio constante, de la necesidad constante de hacer valer el propio derecho. Y, con la mano en el corazón, ¿quién de nosotros no querría al menos un poco más de tranquilidad, un poco más de libertad y, por qué no, un poco más de sabiduría?

No espere hasta ser un filósofo antiguo para permitirse un solo momento sin juzgar. Permítete ahora. Puede que te sientas un poco raro al respecto, pero si no lo intentas, no sabrás lo que te has estado perdiendo.

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