¿Qué es la felicidad? ¿Es este el momento en que logras algo grande? ¿Cuando alguien que amas te abraza? ¿Cuando te detienes un momento y sientes que el mundo, a pesar de todas sus imperfecciones, es mágico?
Sinceramente, a veces me pregunto: ¿Por qué la felicidad es tan esquiva? ¿Por qué sigo buscándolo en el futuro, en algún "mañana" que nunca parece lo suficientemente cercano?
Hay algo especial en la época navideña.
Detenme. Me recuerda que la vida no se trata sólo de correr de un destino a otro. Se trata de los momentos que a menudo paso por alto.
A veces siento que tengo suerte buscando en todos los lugares equivocados. En el reconocimiento de los demás, en interminables listas de cosas por hacer, en expectativas que eran demasiado grandes para que ella pudiera cumplirlas. A menudo pensaba que sería feliz cuando lograra algo grande: cuando mi vida estuviera más organizada, mi cuerpo más perfecto, mis días más organizados.
Pero cada vez que lograba lo que pensaba que me traería felicidad, me daba cuenta de que el sentimiento sólo duraba un momento. Como intentar retener agua en las palmas de mis manos: la felicidad se derramó antes de que pudiera sentirla realmente.
Para Navidad quiero una felicidad que no dependa de circunstancias perfectas.
Deseo una felicidad que sea tan fuerte como un árbol enraizado profundamente en la tierra que no se caiga con cada viento. Deseo felicidad que me acompañe en todos mis estados de ánimo -v alegría, en duda, en esos momentos tranquilos en los que el mundo parece quedarse en silencio.
La felicidad es cuando me permito ser quien soy.
Cuando dejo las máscaras que uso para complacer a los demás y me acepto a mí mismo, con todas mis imperfecciones. Es ese sentimiento cuando me miro al espejo y no me digo a mí mismo que no soy lo suficientemente bueno, sino que lo admito suavemente: "Usted está aquí. Eres tú. Y eso es suficiente".
A veces desearía que me hubieran enseñado esto antes: que la felicidad no proviene de compararte con los demás, sino de dejar de competir contigo mismo.
Ojalá me quisiera más. Sin condiciones, sin "si fuera mejor". Sólo porque soy yo, y eso es suficiente.
Te deseo felicidad en momentos simples.
En ese primer sorbo de café de la mañana, cuando el mundo todavía está en silencio. En el olor a galletas recién horneadas que me recuerda a casa. En una conversación en la que no tengo que demostrar nada, sólo escucho y soy escuchado.
Deseo la felicidad que traen pequeñas victorias - cuando supero la duda, cuando doy un paso adelante a pesar de mi miedo, cuando me atrevo a decir "sí" a nuevas experiencias o "no" a cosas que me quitan energía.
Quiero abrazar muchas veces a los que amo y decirles que son parte de mi mundo. Atreverse a pedir ayuda cuando la necesito y ofrecerla cuando otros la necesitan. Porque la felicidad no es sólo lo que me doy a mí mismo, sino también lo que doy a los demás.
La felicidad está en la gratitud.
Al despertarme cada mañana y recordarme a mí mismo: pase lo que pase, tengo el poder de crear mi día. Puede que esté lleno de desafíos, puede que sea caótico, pero siempre encontraré un momento en el que me detengo y siento: Lo que tengo es un milagro.
Lo único que quiero para Navidad es que ella aprenda a vivir así todos los días. Ver la belleza en lo que ya tengo y permitir que la felicidad se convierta en mi compañera constante.
Porque la felicidad no es algo que va y viene. Está en mí, aquí, ahora, en estos momentos que ya no daré por sentado. Esto es lo que quiero: felicidad duradera. Felicidad que silenciosa pero persistentemente llenará mi vida durante todo el año.