En un mundo donde los dispositivos inteligentes nos bombardean con notificaciones, registran nuestro sueño y nos recuerdan que solo dimos 3241 pasos hoy, se ha producido un cambio discreto pero sorprendente. Las mujeres están volviendo a usar relojes sin aplicaciones, sin contar calorías y sin latir con fuerza cuando se emocionan con la nueva ropa de estar por casa. Los relojes clásicos minimalistas se han convertido de nuevo en objetos de deseo, no como dispositivos tecnológicos, sino como puros símbolos de elegancia.
