A la mente humana le gusta tener el control. La necesidad de previsibilidad y la sensación de que tenemos las riendas de la vida en nuestras propias manos son casi instintivos. Pero, ¿cómo actuamos cuando nos encontramos en un mundo donde tantas cosas están fuera de nuestro alcance? Cuando nos enfrentamos a la imprevisibilidad, la clave no es aferrarnos con fuerza, sino aprender a soltarnos.
Desde pequeños se nos enseña que debemos actuar, influir y controlar, desde los deberes hasta el éxito profesional. Se nos enseña que si nos esforzamos lo suficiente, lograremos lo que queremos. ¿Y si no? Entonces no nos esforzamos lo suficiente.
Sin embargo, la verdad es mucho más compleja. La vida está llena de cambios repentinos y las decisiones de otras personas muchas veces están fuera de nuestro control. ¿Y luego? Empezamos a tirar de la cuerda. Esa cuerda metafórica que nos ata a una carga que nunca podremos mover.
Psicóloga dra. Elisa Epel en su trabajo enfatiza que nuestro mayor problema es gastar energía en cosas que no podemos cambiar. La presión y el deseo de controlar crean conflictos internos. ¿Qué pasaría si canalizáramos esa energía hacia otra parte?
¿Por qué anhelamos el control?
Al cerebro humano le encanta la previsibilidad. Cuando logramos crear orden y sensación de seguridad, el estrés se reduce. Pero ¿qué pasa cuando ¿Estamos tratando de controlar lo que está fuera de nuestro alcance? Nuestro cuerpo responde con una tensión interminable, un estrés crónico y una sensación de impotencia.
Es una paradoja clásica: cuanto más intentamos controlar lo incontrolable, más frustrados nos sentimos. ¿La solución? Admitiendo que son ciertas cosas simplemente más allá de nuestro control.
Suelta las riendas
Imagina que estás sosteniendo una cuerda pesada atada a una roca inamovible. Tiras y tiras hasta que te empiezan a doler los brazos, pero la roca no se mueve ni un centímetro. Ahora pregúntate: ¿qué pasaría si simplemente soltaras la cuerda?
Al hacer esto no estás admitiendo la derrota, sino más bien toma el control de ti mismo. Realmente tienes elección, no sobre las cosas, sino sobre cómo reaccionas ante ellas.
Aceptar la imprevisibilidad
dr. Epel te propone un ejercicio sencillo: anota todo lo que te preocupa en este momento. Luego divide esas cosas en dos categorías: las que puedes cambiar y las que no. Mantén los primeros de la lista, tacha los demás. Suena trillado, pero es increíblemente liberador.
Cuando te enfrentes a algo impredecible, detente y piensa: ¿Es esto algo que puedo resolver? Si no, deja ese pensamiento en paz. Considere la cita del Dalai Lama: "Si el problema tiene solución, ¿por qué preocuparse? Si no existe una naturaleza redimible, ¿por qué preocuparse?
Cambiando de perspectiva
Uno de los mayores peligros es rumia – repasar cosas que ya han sucedido o que podrían suceder. Siempre que te encuentres en este círculo vicioso, utiliza un truco sencillo: pregúntate si este pensamiento es productivo. Si no es así, guárdelo, tal como guardaría el equipaje inútil.
Sentirse cómodo con lo incómodo
A veces es la mejor estrategia. simplemente acepta que la vida es caótica. Es en este caos donde se esconde la belleza: oportunidades inesperadas, nuevos comienzos y la oportunidad de crecimiento personal.
dr. Epel aconseja la visualización: en lugar de tirar de la cuerda, imagina bajándola. Este acto es un recordatorio simbólico de que eres lo suficientemente fuerte como para dejar fluir ciertas cosas.
La vida no es un guión que se pueda dirigir completamente. Es un arroyo lleno de remolinos y recodos. Pero en esta corriente siempre tenemos una opción, no sobre la dirección del río, sino sobre cómo nadar. Suelta la cuerda. Déjate sorprender por la libertad que conlleva.