Odio admitirlo, pero todavía pienso en ti. Todavía pienso en cómo nos conocimos en nuestra primera cita.
Todavía pienso en tu sonrisa y en el fondo me da celos cuando pienso en ti mostrándosela a otra persona. Tal vez esa mujer de la que estabas hablando, pero ambos sabemos que es solo un reemplazo hasta que aparezca alguien más interesante.
El aburrimiento en tu cara era real. Me pregunto si alguna vez establecerás una relación con alguien, incluso si no cumple con la larga lista de requisitos que alguna vez tuviste.
Todavía pienso en lo que podría haber sido si no fuera alérgico al riesgo. Si tan solo pudieras superar el sentimiento de miedo con el que has estado luchando toda tu vida. Si tan solo no existiera como parte del vocabulario.
Todavía pienso en ti cada vez que conozco a alguien nuevo. Desearía que fueras tú. Busco tu mirada en sus ojos, tu voz, pero nunca sucede. Eres tú y por mucho que te busque en otras personas. No hay nadie como tú.
Todavía estoy pensando en formas de olvidarte. Tal vez necesito enamorarme de un hombre cuyo apellido no puedo pronunciar, cuyo idioma nunca entenderé del todo.
Todavía pienso en lo triste que sería si un día tuviera que luchar por ti. Tendría que luchar contra mí mismo y mi intuición, que me diría que huyera de ti lo antes posible.
Pienso en tu risa y en la forma en que me mirabas y en lo vulnerable que me sentía contigo. Tú gobernaste mi mente. Estabas tan triste, dolida por dentro.
Quiero abrazarte y decirte que entiendo por qué actuaste como lo hiciste. Intentaste protegerte porque estabas devastado. Yo también lo era y tal vez todavía lo soy.
En mi mente eres algo que nunca seremos. Nunca vendrás a buscarme, bajo la lluvia, con girasoles en una mano y un paraguas en la otra. Nunca admitirás que podrías amarme. Aunque sentí amor en miradas, caricias, felicidad. Podría ir contigo.
Estés donde estés, sigues siendo irreal para mí, al menos hasta la próxima vez que nos encontremos, cuando no querré que me sueltes de tus brazos. Sepa que estoy pensando en usted.