¿El amor es verdaderamente incondicional o simplemente un juego de poder?
Cuando amamos a alguien, esperamos que esa persona sea nuestro apoyo, que comparta con nosotros momentos felices y difíciles. ¿Pero qué pasa cuando el amor ya no es gratuito sino que se convierte en una obligación? ¿Cómo sabemos si el nuestro es? ¿Relación real o simplemente nos pillamos? ¿Unos a otros en una red de demandas, expectativas y condicionamientos?
La gente a menudo piensa que no puede vivir sin amor. Lo ven como algo que los completa, algo que les da significado. ¿Pero qué pasa si lo que creemos que es amor en realidad no es más que una ilusión?
¿Qué pasa si nuestro sentido de pertenencia nos engaña y no somos realmente felices, sino simplemente adictos a la sensación de que alguien necesita nuestro amor?
Amor que asfixia – cuando “no puedo vivir sin ti” significa perderte
¿Con qué frecuencia la gente dice: “Él es mi todo”? o “Sin ella, mi vida no tiene sentido”? Estas palabras suenan románticas, pero en realidad revelan una trampa peligrosa: la pérdida de la propia identidad.
El amor no debe ser la solución al vacío interior. Si alguien necesita una pareja para sentirse completo, entonces no ama a la persona, sino que necesita lo que esa persona le ofrece: una sensación de seguridad, validación, valor.
Cuando se convierte en una condición para la felicidad personal, Ya no es amor, sino adicción. Y como cualquier adicción, ésta tiene su precio. Una persona que se vuelve dependiente de una pareja pierde su mundo, sus sueños, su poder. En lugar de dos individuos completos, se crea una relación donde uno lo da todo y el otro se convierte en el centro de su mundo.
Amor que exige cambio: ¿podemos amar a alguien y transformarlo al mismo tiempo?
Cuando conocemos a alguien, quedamos impresionados por sus características únicas. Nos encanta su forma de hablar, su forma de pensar, lo que le emociona. Todo parece perfecto hasta que llega un momento en que empezamos a pensar: “Sería aún mejor si cambiara esto y aquello”.
En muchas relaciones, se convierte en una batalla silenciosa, donde uno o ambos socios intentan adaptar a su pareja a sus necesidades. Esto no sucede de la noche a la mañana. Comienza con pequeños comentarios, con sugerencias, con consejos amistosos. Pero cada corrección de este tipo en realidad significa una cosa: la pareja tal como es no es lo suficientemente buena.
Amar es aceptar, no corregir. Cuando comenzamos a moldear a otra persona según nuestros propios estándares, le estamos diciendo que no es digna de amor tal como es. Y si alguien acepta tal transformación, entonces ya no es la misma persona de la que nos enamoramos. Al final se quedan dos desconocidos: uno que se ha perdido y el otro, que creó una imagen que quizá nunca quiso tener.
El amor que se convierte en contrato – “Yo a ti, tú a mí” como fórmula para la decepción
Muchas relaciones se basan en la creencia de que todo debe estar en equilibrio. Los socios esperan proporcionarse ciertas cosas mutuamente: uno aporta seguridad, el otro calidez, uno se ocupa del hogar, el otro del futuro.
A primera vista, esto parece justo. Pero cuando se convierte en contrato, pierde su magia.
“Te lo di todo, ahora tienes que darme lo mismo”.
“Si realmente me amas, entonces harás esto y aquello por mí”.
"Me sacrifiqué por ti, ahora es tu deber recompensarme".
El amor no es un intercambio comercial. Cuando en una relación empezamos a sopesar quién aporta más, quién merece más, quién es más leal, quién es más paciente, el verdadero cariño desaparece. No mide, no compara, no espera. Cuando el amor se convierte en una deuda, se transforma en una carga, no en una alegría.
¿Cómo sabemos que estamos amando y no manipulando?
El amor no es una necesidad, no es control, no es un contrato. El amor es una elección.
Cuando amamos a alguien, no intentamos arreglarlo, no esperamos nada a cambio y no ponemos condiciones. El amor significa libertad: la capacidad de seguir siendo quienes somos y al mismo tiempo permitir que nuestra pareja sea quien es.
El amor verdadero no pide pruebas, no exige sacrificios, no pone ultimátums. Amar significa que nos basta que alguien sea feliz, aunque eso implique que sus sueños y caminos no siempre se crucen con los nuestros.
Si el amor duele, Si nos oprime, si nos hace menos de lo que éramos antes, entonces no es amor, sino un juego de poder. La cuestión no es si amamos, sino si amamos de una manera que siga siendo libre y al mismo tiempo nos traiga alegría mutuamente, no carga.