Tesla ha tomado lo que cualquier asesor empresarial consideraría una decisión racional con su nuevo Model Y Standard. Ha simplificado la oferta, reducido la complejidad de la producción y ampliado la accesibilidad de su icono eléctrico más vendido. El Model Y Standard básico ahora cuesta 39.900 €, mientras que el siguiente nivel, el Long Range Premium, cuesta 49.900 €. De golpe, las versiones de gama media, que ofrecían una batería más pequeña pero un equipamiento premium, han desaparecido de la gama con un precio aproximado de 44.900 €.
Sobre el papel, esto funciona perfectamente. Menos variantes implican menores costos. Un rango de precios más amplio implica mayores ganancias potenciales. Elon Musk Está claramente convencido de que el mercado automovilístico puede ser convencido por lógica económica matemáticaSi la diferencia entre dos modelos no es muy grande, la mayoría elegirá el más caro, lo que aumenta el valor promedio de venta. Pero los coches no se venden en Excel. Se venden en el estómago, en la sensación que se siente al volante, en la mirada de un transeúnte que se gira para mirarte un instante.
tesla Él no entiende su problema. Hace tiempo que no lo entiende. Modelo Y Premium, el que se supone que es "mejor", no lo es realmente. Es eficiente, silencioso, completamente digitalizado y emocionalmente vacío. El interior es estéril como un quirófano, el exterior carece de tensión, sin esa carga visual que te quita el aliento. No se asemeja al lujo, sino a la pureza de la ingeniería que Musk ha elevado a una religión. Esto es... estética de la funcionalidad autista, formado por hiperconcentración humana, que puede construir un cohete, pero no seducir corazones.
Y luego llega el Model Y Standard. Un coche que podría ser simplemente una alternativa más económica se convierte en un reflejo de la incapacidad de Tesla para comprender el deseo humano. El problema no es el precio, sino que este modelo más económico... parece más baratoSe puede reconocer desde lejos: llantas más pequeñas, menos detalles, una postura diferente, menos confianza. Donde el compromiso debería ser imperceptible, se hace visible. Si Las versiones base y premium del Model 3 funcionan casi idénticamente, a El Model Y grita diferencia. Y en el mundo del automóvil, donde los símbolos lo son todo, esto no es un error inocente.
Tesla creó esto sistema de propietarios de dos niveles – aquellos que pueden permitírselo El verdadero Tesla, y los que conducen su aproximaciónPero los demás notarán la diferencia cada vez que estacionen. No por falta de equipo, sino porque sentirán que su propio coche los traiciona. Nadie quiere que un coche explique cuánto costó. Deja que tu coche explique quién eres.
La lógica de racionalidad de Musk se reduce aquí a una simple ley psicológica: La gente compra coches por deseo de pertenencia y validación, no por cálculo. Tesla, antes considerada un símbolo de estatus del futuro, ahora corre el riesgo de convertirse en una marca de compromiso. No se trata de un problema económico, sino emocional.
En Europa, los coches se compran con la vista. Con un precio de unos 40.000 euros, la gente no compra kilometraje, sino una historia, un personaje, una sensación de singularidad. Si Tesla ofrece un coche que visualmente dice: "He ahorrado dinero", entonces ya no es una marca premium, sino un dispositivo racional. Y el problema con los dispositivos racionales es que nadie los imagina.
Aquí está la esencia de la paradoja: Elon Musk Construye una empresa del futuro, pero crea coches que, emocionalmente, provienen del pasado: sin alma, sin pasión, sin esa pequeña irracionalidad que hace que conducir sea un placer y no una tarea. Tesla fracasa no porque sea técnicamente malo, sino porque olvida que un coche no es un producto. Es una obra de arte en movimiento.
Si yo fuera Modelo Y Estándar Si Tesla hubiera tenido el mismo aspecto que su hermano más caro, esta columna no existiría. La gente diría: "Me compré la versión inteligente". Y así, con cada versión "básica" vendida, Tesla anuncia sin querer su caída en la mediocridad. Y es irónico: una empresa que construyó su identidad en la diferencia ahora está perdiendo su magnetismo precisamente por querer ser demasiado racional.
Tesla no sufre hoy la competencia. Sufre de falta de poesía. Y si sigue creyendo que el futuro del automovilismo es simplemente el resultado de un buen precio, una batería eficiente y un diseño perfecto e impecable, entonces descubrirá que la gente es capaz de comprar cualquier cosa, excepto un coche sin alma.