Era fuerte, salvaje, independiente. Nunca pensó que podría perderse por un hombre. Entonces ella lo conoció.
Con cada día que pasaban juntos, a ella le gustaba más. Con cada lindo gesto que él hacía por ella, ella se enamoraba más y más de él. Era perfecto, hasta que no lo era.
En algún momento del camino, comenzó a olvidarse de sí misma. Él nunca se lo pidió, pero el amor la cegó.
Ella comenzó a amarlo más que a sí misma. Ella comenzó a poner sus deseos por encima de sus propias necesidades. Se rindió a la debilidad de demasiado amor.
El miedo a perderlo ahuyentó todo el amor que tenía por sí misma. Dejó de hacer las cosas que amaba y disfrutaba solo para poder estar siempre ahí para él.
También dejó de atender sus necesidades. Él se hizo cargo de su actitud hacia sí misma.
Empezó a pensar que él era egoísta y desagradecido. Entonces se le ocurrió: "Nadie puede amarte si no te amas a ti mismo. Nadie puede satisfacer tus necesidades si no puedes hacerlo tú mismo.
Ella recordó quién era, y el juego cambió. Empezó a hacer las cosas que solía hacer antes de volverse dependiente de él y de hacerlo feliz.
Encontró tiempo para sí misma, para sus amigos y pasatiempos, y para variar comenzó a disfrutar de lo que era. Ya no intentaba ser la mujer que pensaba que quería ser. Volvió en sí misma.
Ella recordó que primero se enamoró de una mujer que era. La mujer por la que se sentía locamente atraído. Ella recordó esas maravillosas cosas románticas que él hizo al comienzo de la relación.
Ganar el respeto por sí mismo no fue fácil, pero ver cómo lo afectaba a él y a su relación la hizo más decidida que nunca.
Estaba cansada de sentirse como nada. Necesitaba volver a ser quien era, pero para que eso sucediera, necesitaba recordar quién era.
Cuando ella volvió a su estado original, él también. Dejó de ser una mujer que lo necesitaba constantemente y lo asfixiaba. Cuando ella volvió a ser como era antes de conocerlo, él se enamoró de ella de nuevo. Ella no lo culpó. Ella no lo culpó.
Se olvidó de sí misma por su amor por él. Él se convirtió en lo más importante de su vida y dejó de creer que su vida importaba.
Él era lo único que le importaba, y su obsesión era exactamente lo que lo alejaba. Afortunadamente, se dio cuenta de que la persona que era con él no era su verdadero yo.
Estaba encantado de que ella hubiera regresado, de que se hubiera convertido en lo que era.
Lo amaba profundamente, pero se prometió a sí misma que nunca dejaría que su amor por él destruyera el amor que tenía por sí misma.
Vio cómo ella disfrutaba encontrando su propia felicidad y estaba orgulloso de estar con una mujer así. Esto es lo que siempre quiso: estar con alguien de quien pudiera estar orgulloso.