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Me llaman "zapatilla": en casa soy la pareja de mi mujer, ¡no su invitada!

El historial de un hombre al que solo podemos felicitar

Foto: Olya Adamovich/Pixabay

Los hombres que aman y respetan a sus esposas suelen ser etiquetados como "pantuflas" por otros hombres.

Muchos se avergüenzan de este "título", ¡pero no deberían estarlo! Un hombre ha escrito una confesión por la que debe ser felicitado.

Mi amigo vino a mi casa a tomar un café, nos sentamos y hablamos sobre la vida. "Solo dame unos minutos para lavar los platos que quedan en el fregadero". Le dije. Me miró como si le dijera que iba a construir una nave espacial. Admirado, pero algo confundido, me dijo: "Es genial que ayudes a tu esposa, cuando ayudo a mi esposa, ella no lo aprecia. Un día trapeé el piso, ella ni siquiera me dio las gracias".

Volví con él y le expliqué que no estaba ayudando a mi esposa: "Mi esposa no necesita ayuda, necesita una pareja. Soy socio en esta casa y debido a esta sociedad, los deberes se dividen.

No ayudo a mi esposa a limpiar la casa porque yo mismo vivo en ella, así que también tengo que limpiarla.

No ayudo a mi esposa a cocinar porque yo también quiero comer y tengo que cocinar algo yo mismo.

No ayudo a mi esposa a lavar los platos después de las comidas porque yo también usé esos platos y utensilios.

Yo no ayudo a mi esposa en la crianza de los hijos, porque ellos también son mis hijos y mi trabajo es ser padre y madre.

No ayudo a mi esposa a tender y planchar la ropa porque también es mi ropa.

No soy una ayudante en casa, soy parte de esta casa”.

En cuanto a la gratitud, le pregunté cuándo fue la última vez que le dio las gracias a su esposa después de que ella terminó de limpiar la casa, lavar la ropa, cambiar las sábanas, bañar a los niños, cocinar, organizar, etc. O dijo algo similar, por ejemplo: "¡Vaya, mi esposa! ¡Usted es fantástica!"

¿Te parece absurdo esto? ¿Te suena raro?

Debido a que limpiaste el piso una vez cada 100 años, esperabas un premio a la excelencia. ¿Por qué? ¿Alguna vez has pensado en ello? ¿Quizás porque crees que es toda su responsabilidad? ¿Quizás es porque estás acostumbrado a que todo se haga sin que tengas que mover un dedo?

Valora a los demás como te gustaría que te apreciaran a ti, de la misma manera y con la misma intensidad. Dé una mano, actúe como un verdadero socio, no como un invitado que solo vino a comer, dormir y lavarse.

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