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¿Por qué hacemos cosas que sabemos que no son buenas para nosotros?

Los buenos hábitos requieren esfuerzo, los malos hábitos no.

Todos sabemos lo que significa un mal hábito. Fumar, comer comida chatarra, el consumo excesivo de alcohol y el sedentarismo son solo algunas de las cosas que se deben evitar para sentirse mejor. Si sabemos que los malos hábitos son tan dañinos para nuestra salud, ¿por qué los seguimos haciendo?

¿Por qué no podemos resistir los malos hábitos?

A veces todos nos entregamos a comportamientos que sabemos que no son buenos para nosotros. Hay bastantes razones por las que seguimos con estos hábitos.

Los malos hábitos nos dan el consuelo que necesitamos

Nuestra necesidad básica es sentirnos cómodos y haremos lo que sea necesario para lograr ese estado. El propósito oculto más común de los malos hábitos es comodidad. Nuestros cerebros se basan en la recompensa, y nuestra "recompensa" es una sensación de comodidad, desencadenada por la liberación de dopamina (la hormona de la felicidad). Esto hace que anhelemos aún más este hábito y asociemos un buen sentimiento con un mal hábito.

Esto explica por qué seguimos teniendo malos hábitos y nos resulta difícil detenernos: nos sentimos cómodos y esencialmente existimos en nuestra "zona segura". En otras palabras, el premio nos atrae aunque sabemos que el hábito es malo para nosotros. Fumar un cigarrillo durante los descansos en el trabajo hace que el cerebro asocie este hábito con la relajación del trabajo. O, por ejemplo, asocian el consumo de alcohol con la relajación, porque con él te relajas y/o te diviertes después de una dura semana de trabajo. También es interesante la idea del esfuerzo deportivo, que se supera con la idea más fácil de sentarse en el sofá y ver sus programas de televisión favoritos. De esta manera, puede ver con qué facilidad se asocia el hábito con la recompensa.

"¡Todos los demás también tienen malos hábitos!"

Tendemos a, sí racionalizamos nuestro mal comportamiento, si esto parece aceptable para toda la sociedad. Si mucha gente está haciendo lo mismo, entonces no hay nada de malo en que nosotros también lo hagamos. No es difícil encontrar malos hábitos socialmente aceptables. Digamos:; picar, saltearse o saltarse ejercicios, fumar... Esto provoca una racionalización interna, por ejemplo "Solo uno más no hará daño" o "Me esforzaré más la próxima semana, tuve un día estresante hoy". Estas justificaciones momentáneas están impulsadas por la culpa porque sabemos que probablemente no estemos tomando las mejores decisiones a largo plazo.

A veces buscamos ejemplos en otras personas que confirmen nuestras decisiones sobre malos hábitos, por ejemplo "Mi abuelo fumaba todos los días y vivió hasta los 90 años". A nuestra mente le gusta encontrar evidencia para respaldar nuestras decisiones, buenas o malas.

Consecuencias de continuar con los malos hábitos

La mayoría de la gente conoce las consecuencias de tales malos hábitos. Los paquetes de cigarrillos llevan advertencias sobre el cáncer. A través de varios anuncios se llama la atención sobre la importancia de una dieta saludable y la necesidad de ser más activos. Pero, ¿cuáles son las consecuencias reales a largo plazo de continuar con los malos hábitos?

  • cáncer, diversas enfermedades y daño celular
  • depresión
  • malestar físico
  • problemas psicológicos

La mayoría de estos problemas pueden ser sutiles y graduales, lo que significa que no se notan de inmediato.

¿Cómo acabar con estos malos hábitos?

Es difícil dejar los hábitos que están profundamente arraigados en nuestra vida diaria. Dado que el estrés es en ocasiones el principal desencadenante de un mal hábito, la solución está en reprogramar nuestra mente.

1. Primero, prestemos atención a cuáles son estos hábitos y con qué frecuencia los hacemos.

¿Qué desencadena exactamente este hábito? ¿Es una decisión inconsciente? Preguntémonos por qué desarrollamos este hábito en primer lugar.

2. Nos prometemos que queremos eliminar este mal hábito

Ahora entendemos qué puede desencadenarlo. ¿Podemos encontrar algo positivo para reemplazarlo? Por ejemplo, buscamos chocolate después de un día duro, ¿podemos encontrar una recompensa más saludable? ¿O reducimos la cantidad de chocolate? Si el estrés puede ser nuestro desencadenante, prueba a correr y dale a tu cerebro una razón para liberar dopamina.

3. Seamos consecuentes

La clave para formar nuevos hábitos es la constancia. Sí, es difícil por un tiempo, pero el cerebro pronto se adapta a nuevas formas de hacer las cosas hasta que todo se siente natural para nosotros. Cambiemos el sistema de recompensas y mantengamos nuevos hábitos positivos.

Se trata de prepararse para una forma de pensar nueva y positiva.

Vivir una vida más feliz y positiva comienza con los hábitos que elegimos. Seamos conscientes de la dirección en la que estamos dirigiendo nuestros hábitos y comencemos a cambiar nuestra mentalidad en una inversión en nuestra salud y bienestar. No se trata solo de tu yo futuro, sino también de vivir el momento presente, de una manera positiva y saludable.

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